Huelga de hambre en la prisión más grande de California entra en su tercera semana

Noviembre 13.

Escrito por Ryan Fatica, traducido por Lucia Parsons.

En la parte sur del Valle Central de California, a medio camino entre Bakersfield y Fresno, se encuentra Corcoran, California, una pequeña ciudad agrícola rodeada de hectáreas de campos de algodón y tomates.

En el extremo sur de la ciudad se sitúan dos de las prisiones más grandes del estado. Juntas, sus habitantes constituyen alrededor del 33% de la población de Corcoran. Una de las instalaciones, el Centro de Tratamiento de Abuso de Sustancias de California (CSATF), es la más grande del estado, albergando 4.481 prisioneros, cerca del 130% de su capacidad prevista.

A finales de octubre, en medio de una epidemia de COVID-19 que se extiende rápidamente en la instalación, un pequeño grupo de presos del patio D ha anunciado un paro laboral y una huelga de hambre en protesta, de lo que consideran, un fracaso de la institución para protegerlos de la propagación de un virus del que no tienen medios para protegerse.

“He perdido toda esperanza en la humanidad debido a la forma en que California y el Departamento de Corrección y Rehabilitación (CDCR) de California han fracasado en la protección de individuos como yo”, escribió David S. Cauthen, Jr. de 32 años, un prisionero de CSATF quien dice que, actualmente está en el día 14 de su huelga de hambre.

En un correo electrónico a Perilous, Cauthen explicó que el propósito de la protesta es llamar la atención sobre la propagación de COVID-19 en el centro y protestar por la mala conducta del personal.

“El objetivo principal es establecer una norma constitucional sobre el CDCR y todos sus oficiales, miembros del personal y personal médico”, escribió Cauthen. “California y el CDCR no pueden esperar que los reclusos cumplan la ley, en lo que se refiere a los oficiales correccionales que dan las órdenes, mientras que los oficiales están rompiendo las reglas que dicen que el CDCR debe proteger a los reclusos contra cualquier daño a la vida de ellos mismos”.

El centro de tratamiento Corcoran es el hogar del mayor brote activo de COVID-19 del sistema penitenciario de California, con 502 casos activos y contando. El miércoles, el número de casos positivos en la instalación aumentó en casi un centenar en un solo día. Del total de casos de COVID-19 en la instalación, 482 han sido diagnosticados en los últimos 14 días, de acuerdo con las estadísticas del Departamento de Rehabilitación y Corrección de California.

Hay razones para temer que la verdadera magnitud del brote de la prisión no se refleje en estas estadísticas. Estimaciones de falsos negativos producidos por las pruebas de PCR oscilan entre el 20% y el 67%, dependiendo de la etapa de la enfermedad en la que los pacientes son examinados. En un estudio, los investigadores llamaron a las tasas de falsos negativos que encontraron “escandalosamente altas”. Dada esta realidad, es estadísticamente probable que al menos 764, o el 20%, de los 3,823 prisioneros en el CSATF probados en los últimos 14 días hayan recibido falsos negativos. Si es así, es probable que al menos el 28% de los prisioneros en la instalación estén actualmente infectados con COVID-19 y el número verdadero podría ser mucho más alto.

A finales de la semana pasada, los huelguistas publicaron su lista de demandas a través del grupo de apoyo a los prisioneros Abolición y Solidaridad de Oakland.  Sus demandas incluyen:

1. Pruebas voluntarias disponibles para todos en el centro con resultados inmediatos.
2. Restablecer programas y las necesidades básicas, como una biblioteca de leyes, acceso a teléfonos, duchas, suministros de limpieza para los dormitorios, comidas calientes y centros de intercambio.
3. Crear mecanismos de rendición de cuentas por los cuales las familias y partidarios en el exterior tengan visibilidad sobre los planes y acciones del CDCR durante y después de un brote como este.

Según Cauthen, los funcionarios del CSATF han visitado a los huelguistas para resolver sus demandas pero, se han negado a reconocer oficialmente la huelga, ni respondieron con prontitud a las solicitudes que exigían sus comentarios al respecto.

Al entrar la huelga en su tercera semana, la seguridad y la salud de los huelguistas pueden estar en peligro si no hay esfuerzos serios para su resolución por parte del personal de la prisión. “La huelga de hambre durará hasta que notemos que nuestra salud física empeora”, escribió Cauthen. “Pero incluso, una vez que comencemos a comer, nuestra huelga de trabajo continuará y los miembros dejarán de realizar el trabajo para las correcciones.”

Linda Osby, la madre de Cauthen, sólo recibe actualizaciones esporádicas sobre la huelga de hambre desde su casa en Texas. Aunque aprecia que Cauthen esté haciendo algo para mejorar las condiciones de la prisión para todos, ve la huelga de hambre con cierta inquietud. “Lleva 18 años allí”, dijo Osby, “Estoy lista para tenerlo en casa”. Está nerviosa de ver a su hijo correr estos riesgos, pero también está rezando por él. Al final, tiene fe en que él lo superará: “Dios lo tiene cubierto en todo lo que hace”.


Para mas información sobre la huelga  Oakland Abolition and Solidarity.

Este artículo apareció en inglés en Perilous Chronicle.